Como si no alcanzara con el mar de fondo que se creó con la revelación del “corazón roto” de Benedicto con la decisión de Francisco de limitar al máximo el uso de la misa en latín, Georg Ganswein, secretario privado del papa emérito, echó más leña al fuego.
Justo en el día del funeral solemne de Benedicto, en el anticipo de un libro autobiográfico que saldrá a la venta la semana próxima, titulado Nada más que la verdad, mi vida al lado de Benedicto XVI, Ganswein contó detalles de cuando, en enero de 2020, el papa Francisco le pidió que se tomara una licencia de su rol de jefe de la Prefectura de la Casa Pontificia.
“Me quedé shockeado y sin palabras”, escribió el arzobispo alemán, quien lamentó el hecho de haberse visto degradado a un “prefecto a medias”.
Ganswein, de 66 años y quien cuidó hasta el final a Benedicto, reveló, además, que Francisco lo habría despedido de ese rol con estas palabras: “Usted sigue siendo prefecto pero mañana no vuelve al trabajo”. Y, para peor, que Benedicto habría luego comentado, “con ironía”, lo siguiente: “Pienso que el papa Francisco no confía más en mí y desea que usted me haga de custodio”, según adelantaron medios italianos, en base a un adelanto del libro en cuestión.
En esta obra, que saldrá a la venta la semana próxima, publicada por la editorial Mondadori, también se habla de una carta que se le escribió a Francisco para que cambiara de opinión, sin éxito.
Críticas
El anticipo, salido justo el día del último adiós a Benedicto, cayó como una bomba. “¿Pero don Georg ha enloquecido? Sabía que era muy crítico del papa Francisco, pero no me imaginaba que pudiera llegar al punto de desahogar su rabia reprimida durante años de este modo con el cuerpo de Benedicto XVI aún caliente”, comentó a LA NACION un monseñor. “Si pienso en la bondad y humildad de Ratzinger, con esto don Georg le hace mal al papa Francisco, pero, sobre todo, le hace daño a la memoria de Benedicto”, agregó, sin ocultar su amargura.
Ya había causado mucho ruido, ayer, la revelación de Ganswein de que a Benedicto se le “rompió el corazón” cuando en julio de 2021 el papa Francisco hizo marcha atrás con una reforma suya y limitó al máximo el uso de la antigua misa en latín, en una entrevista al diario católico alemán Die Tagespost. Allí hizo saber, en efecto que el motu proprio “Traditionis Custodis” de Francisco, del 16 de julio de 2021, “golpeó muy duramente” al pontífice emerérito: “pienso que rompió el corazón de papa Benedicto”, dijo Ganswein. Con ese documento, Francisco abrogó el motu proprio “Summorum Pontificum” con el que Benedicto XVI, en 2007, había rehabilitado la misa con el viejo rito en latín, creado por San Pío V después del Concilio de Trento (1542-1563) y aggiornado por Juan XXIII en 1962. Una movida que había representado un duro golpe para los sectores más tradicionalistas.
Entre los más de 120 cardenales y 400 obispos que concelebraron hoy el funeral solemne de Benedicto XVI no se hablaba de otra cosa. “¿Pero qué tiene en la cabeza don Georg? Al menos podría haber esperado que el hombre fuera sepultado”, comentó un cardenal. “Se está cavando su propia tumba”, reaccionó otro purpurado, que viajó especialmente para las exequias solemnes, según pudo saber LA NACION.
Massimo Franco, editorialista del Corriere della Sera, autor de diversos libros –uno, sobre el papa emérito– y experto en cuestiones vaticanas, se hizo eco de este clima de asombro absoluto. Y en un artículo consideró que las palabras del arzobispo Ganswein directamente abren una “fase 2″ del pontificado, en la que el papa Francisco ya no tiene esa suerte de “escudo” que significó para él en los últimos años el papa emérito.
“El ala más distante del Papa, ya sin el ‘freno’ representado por Ratzinger, parece lista a explicitar sus críticas”, indicó. “Ahora que Benedicto está muerto, muchos se preguntan si no está por comenzar un período de confrontación más áspero entre los diversos sectores de la Iglesia, de críticas abiertas a algúnas decisiones del pontífice argentino y de rendición de cuentas final con ‘don Georg’, quizás usando también su última entrevista al diario alemán”, agregó.
“Haber hablado de dolor de Benedicto por la decisión de su sucesor de desalentar las misas en latín aún antes de la celebración del funeral fue visto por algunos como un gesto de imprudencia”, también escribió Franco, que incluso definió la tan comentada entrevista de Ganswein como un “arma” entregada a quien quiere ahora sacarlo de su rol de prefecto de la Casa Pontificia.
Se trata de un cargo importante en el que había sido nombrado por Benedicto antes de su renuncia, que mantuvo hasta ahora formalmente, pero que no ejerce desde enero de 2020. Entonces, el Papa le pidió que se tomara una licencia para cuidar mejor al papa emérito. Ser jefe de la Prefectura de la Casa Pontificia implicaba estar siempre al lado de Francisco durante audiencias con jefes de Estado y de gobierno, en las audiencias generales y el manejo de su agenda pública, desde ese enero de 2020 en manos del viceprefecto, monseñor Leonardo Sapienza.
Ese desplazamiento silencioso tuvo lugar después de un cortocircuito con el Papa en el que quedó involucrado Ganswein, tras la publicación de un libro en favor del celibato del cardenal africano Robert Sarah, en teoría escrito junto a Benedicto que, sin embargo, pidió que se retirara su firma. Entonces, el rol de Ganswein quedó bajo sospecha de haber estado detrás de una operación turbia.
Con el anticipo de su libro autobiográfico con revelaciones explosivas, que tiran por la borda ese silencio que se autoimpuso Benedicto al retirarse, y su entrevista al diario alemán, justo en medio de las exequias, muchos creen en el Vaticano que la suerte de Ganswein, considerado años atrás el “George Cloony del Vaticano” por su aspecto, ya está echada.